sábado, 5 de marzo de 2011

Variaciones



Las notas escapan juguetonas, vulnerables, intensas, misteriosas, encadenándose en la piel del aire, prendiéndose en su geografía, en cada una de las vibraciones tintineantes, aterciopeladas, inocentes y apasionadas que recorren el vacío. Cada nota llega al sitio más puro y explota en mil oscilaciones que se dibujan de todos colores, con las texturas más variadas,  los ímpetus necesarios, la inocencia vacilante de lo eternamente renovado.
Movimiento perfecto, el  arco baila sobre las cuerdas del violín, pies que se deslizan con sonido de tango, arco que acaricia las cuerdas apasionado, amoroso, escarceo de dolor jubiloso, entrega su alabanza al aquí, al ahora, danzantes que se pierden cada vez que están a punto de encontrarse, rumor de otras vidas, de otras media noche, danza, sonido, murmullo, humo de tango, reclamo de violín y llanto de bandoneón.
Sonrisa, risa, carcajadas infantiles, manos inocentes que se enredan en el parque, color algodón de azúcar, sol que ilumina cada rostro, cada mejilla sonrosada que alegra notas maternas en labios jubilosos, que enriquece el parque. Globos de colores, flores de helio que con su huída siembran jardines celestes, que se riegan con lluvias infantiles de sal.
Pericia de muchas horas, esperanza de otros futuros, un mundo de notas al cual llegar a través del movimiento, constante, perfecto, como la respiración del universo, uno vivo que se descubre, con cada sonido con cada silencio, que se agita y despierta, vibración que germina, que florece a una intensidad, que iguala tranquilidades, emociones, suspiros y desolación, que nunca es perenne, que nunca es finito.
Signos que se vuelven vibración, que saltan del papel al aire, abandonan sus cinco vías color de tinta para alcanzar un destino que los acerque al horizonte donde sólo existe la energía creadora de una mano diestra que le da vida a un violín.
Que diferente es el hombre cuando se vuelve un instrumento que se mueve al compás marcado por la realidad única de lo extraordinario, cuando cede el control al hábil movimiento de su mano, que lo funda y lo funde, lo forja y lo construye, maleable materia del calor de la lava, con la fuerza arrolladora de la tormenta, que enjuga llantos, arranca sonrisas, aleja temores, borda memorias.
Una a una las notas se deslizan por la partitura del espacio-tiempo, se arremolinan, se dispersan, giran livianas, entregándose a su propia respiración; de la unión hombre y violín ha surgido una heredera esplendorosa, bellísima, amorosa y perfecta, capaz de hacer tangible la armonía de la ficción, que nace y se estremece con la materia de los sueños.


No hay comentarios:

Publicar un comentario