lunes, 7 de marzo de 2011

Desliz

Una línea de carboncillo rasga una hoja de papel… Un instrumento brinda su nota inicial… Una fotografía que se revela comienza a aparecer… La mente sólo busca dejar de soñar… Aletea en la noche una mariposa sin paz, vibra una vela en un candelabro de adiós y el ambiente pasa libre de un solo color a los matices escarlata de un tango en flor. Dos manos se entrelazan, hombre y mujer…
Un cuarto de luz prístina, en una esquina te veo yo, detecto en tus ojos negros la muerte de mi razón, miro tus labios que son la cicuta del buen juicio, el acicate de la pasión; oigo las primeras notas, el aire las va trayendo, identifico en el tango tu temperamento entero, lates en cada instrumento, vibras y gimes de anhelo.
Desliz, requiebro, escarceo, flirteo de piel y calor, equilibrio de dos cuerpos que saben bailar amor, pero no el que se consume, seleccionan el mejor, el que se queda entre líneas, el que nunca verá el sol, giro a giro ella le entrega entero su corazón.
Los pies siguen obedientes a tu mirada, al contrabajo y a tus manos, reclamo de bandoneón, el violín se une a la danza, el piano sólo acompaña, pasos como saltitos, de tecla a tecla, de nota a nota, de noche a noche, de amor a amor, en las notas albinegras el piano presagia un adiós.
El tango sigue, seguimos el baile tú y yo, no podemos estar juntos, el baile nos alejó, violencia que en un simple giro nos vuelve a enredar amor, siento tu aliento en mi cuello, a tu oído prende mi voz.
Confiamos en el momento, instante de férrea lucha, intensidad de lo nuestro, somos uno en este tango de notas que ya no recuerdo, notas que escucho y que danzan por cada rincón de mi cuerpo, me pierdo en tus ojos negros, ojos de mis pensamientos.
Desdoblamos un yo distinto de emociones sin temor, candor de una melodía que enseña a descubrir la pasión de cada nota, dibujas en el aire para mí pentagramas de ilusión, nos miramos ahora, condenados al recuerdo, amanece y gime el bandoneón, lamenta el violín, hay violenta descarga de teclas marfil.
Te miro en la espesura de una noche de niebla, te ilustro en las palabras de unos versos sin voz y al asomarme a tu alma no puedo más que confundirme, sabor de tinto, sabor de tango, fuego sin voz.
Sabes que tu realidad mantiene el rojo en mil matices, aprendí de tu pasión, de tu melódica intensidad, vibraciones musicales que penetran en la piel.
El tango me recuerda a ti, posee tu melancolía, tu cadencia, tu misterio, en cada una de sus notas yo descubro a tu recuerdo. Amo al tango como te amé a ti, tus silencios, tu presencia repentina, como un chaparrón que se desata antes del amanecer.
Tu recuerdo baila en mi mente, se desliza como los pies de una pareja en una pista de baile, ajenos pero siempre juntos, un dos, tres, los talones giran, vuelves a aprisionar mi mente entre tus brazos.
Descubro en tus sienes el rayo de luna, experto bailarín del que aprendí, giros, pequeñas piruetas, siempre juntos, siempre complejos, bailas en mi vida como te deslizas en el piso; bandoneón que gime, bandoneón que llora, bandoneón de adiós.
El fuego brilla en sus ojos, vida y pasión, un rictus marca sus labios, frío hielo y rencor, cuerpos que se reconocen bajo la luz de las velas y dibujan una sombra entre dos, cargando nuestra ilusión, noche de dos amores, noche de una pasión.
Pieles que relucen a la luz del farol, desdibujadas sombras que el tiempo alejó, nuestros ojos se miran buscando lo que sentíamos, tu clara pupila me devuelve nostalgia, llanto, miedo, rebeldía y el abismo que a nuestros caminos separó. Amargo sabor de tinto, amargo sabor de tango, desliz entre dos amores que nunca se han olvidado.

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