domingo, 13 de diciembre de 2015

Viste sólo ropa interior, tiene sus codos puestos sobre las rodillas, de repente sus manos se detienen sobre su cabello, lo suelta, juega con él, su mirada viaja vagabunda de las letras regadas en la pared a sus tobillos.
Se detiene mirándolos con obstinación antes de lanzar el cuerpo hacia atrás, dejando la cabeza y los hombros pendiendo de la orilla de la cama, como si colgara de un trapecio.
En ocasiones una cama puede ser tan peligrosa como un trapecio, en el reproductor Pablo Milanés afirma que "todavía quedan restos de humedad". Su cabeza colgando como un badajo de campana y mira por la ventana los barruntos de tormenta.
Muy similares a los que se deslizan por sus pensamientos en la orilla de su trapecio comprende que ha perdido su hora de volar como si su cuerpo se resistiera a la idea, sus brazos se extienden y pseudo alas le permiten alejarse del momento, dejar de pensar, lanzarse a un trapecio donde nadie puede sostenerla.
En la ventana se dibujan gotas de lluvia, la música sigue sonando, su mente ha dejado de pensar y vuela libre.
El encanto ha dado frutos, sus móviles brazos son ahora alas y su femenino cuerpo ha metamorfoseado en ave, el único rasgo casi humano se conserva en la chispa de la mirada intensa, viva, valiente.
La casa ha desaparecido y abandona el trapecio sin esperar sostén pues los músculos de su pecho y su recién estrenado plumaje le permite no sentir miedo y extendiendo las alas se aleja en busca de otro sueño.


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