sábado, 16 de enero de 2016

Celia
El cielo en una tarde de verano.
Celia
El cesto que sostenías en tu frente.
Celia
Las ramas que cargabas en tu espalda.
Celia
La que miraba, abrazaba, contenía.
Celia
La solidez de una raíz en huesos anchos.
Celia
La que trabajó cuando nadie más lo hizo.
Celia
La del fogón, el campo y la casa.
Celia
La de las caricias brindadas y las lágrimas escondidas.
Celia
La fuerte, la grande, la sobreviviente.
Celia
Canas en una cabeza que pensaba.
Celia
La que perdió, la que lloró, la que enterró.
Celia
La que a pesar del dolor dijo adiós.
Celia
La madrugadora, la que sembró, y supo cosechar.
Celia
La de las manos callosas, la rústica, la sencilla.
Celia
La que llevaba huevos recién puestos para su niña.
Celia
La que me llevaba frutas, verduras, alimento.
Celia
La de sabor a granada y durazno.
Celia
La que nunca me exigió amor de vuelta.
Celia
La que supo estar sin estar.
Celia
La que al abrazar olía a humo de pino.
Celia
La de escasos dientes.
Celia
La de mirada de cielo cansado.
Celia
La de arrugas en la piel, faldas largas y sombreros.
Celia
La de mirada fuerte, voz pausada, la contundente.
Celia
La que habitó una casa llena de memorias y fantasmas.
Celia
Nuevamente soltera en su vejez.
Celia
La artesana, la de manos creadoras sin caricias.
Celia
Manos de trigo martajado, pies andados, polvosos.
Celia
La que se vivió a sí misma.
Celia
La que nunca me dijo nada más que su silencio.
Celia
La que me abrazaba en lugar de hablarme.
Celia
La que se fue sin despedirse.

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